La muerte de Eros
Si en las entregas anteriores de este cuaderno, a través de mi experiencia en Geometría del desconcierto: Las bacantes, me centraba en la problemática del encaje entre autores y lenguajes de disciplinas artísticas distintas para llevar a cabo un proyecto común, e incidía en cómo la dilación en el tiempo de ejecución del mismo podía convertirse en su punto muerto o en un vivero de nuevas posibilidades creativas, hoy quisiera detenerme en otro importante conflicto que ya mencioné, sucintamente, en “La calidad de los fracasos”, este de sorprendente índole moral.